miércoles, marzo 28, 2007

Viajando (que es gerundio) en Transporte Público

Esta mañana he vuelto a ir a trabajar en autobús.

Tardo más que yendo en Metro, pero el viaje es más entretenido, ya que tengo cosas en que fijarme, tanto de dentro como de fuera del bus, y en esta ocasión me he fijado en las siguientes:

-Una chica que iba sentada en el suelo del autobús, en la zona donde se suelen poner los cochecitos de niño, leyendo un libro.
Creo que le habrán pisado mil veces, pero ella, imperturbable, seguía leyendo. ¡Eso es amor a la lectura!

-Los últimos anuncios de tratamientos anticelulíticos (como el de Vichy) vistos en los escaparates de las farmacias: Esa sutil publicidad me ha recordado que la operación Bikini 2007 deberá comenzar cuanto antes, pues el calentamiento global terminará haciendo que vayamos a la playa en mayo. Eso, y que cuanto más se pospone comenzar la operación Bikini, luego es peor.

-Un cartel puesto en la luna posterior de la furgoneta de un fontanero, y que se merece un post para él solo, y que lo escribiré otro día.

Además de todo eso, iba pensando en la cantidad de gente con la que nos cruzamos en cada uno de esos viajes por la ciudad, y a la que, muy posiblemente, no volveremos a ver nunca más en nuestra vida.

De todos estos pensamientos filosóficos me ha sacado de golpe (y casi también del mundo de los vivos) la bicicleta que casi me atropella al apearme del autobús, y es que eso de que, en ciertas zonas de la Avenida Diagonal, las paradas del autobús estén junto al carril bici, el cual, a su vez, discurre por la acera, tiene más peligro que el agujero de la capa de ozono y el calentamiento global del planeta juntos.

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